Hay lugares que son simplemente especiales, sin parangón en ningún otro sitio, que son únicos, inigualables e irrepetibles. Entre ellos está el que posiblemente sea el peñasco más bonito del mundo. Lo bautizaron como “La Maravilla de Occidente” y no es nada exagerado.
El Mont Saint Michel, en el norte de Francia, es un pedazo de tierra asomado al mar que dependiendo del capricho de las mareas puede ser península o islote. Los vaivenes en la altura del agua son aquí especialmente espectaculares, alcanzan hasta 14 metros de altura y se abalanzan rápidamente sobre el incauto. Solo eso ya merecería convertir al Saint Michel en un lugar con personalidad propia, pero además la mano del hombre ha moldeado ese promontorio de más de 100 metros de alto para esculpir en él una abadía digna de El Nombre de la Rosa, una fortaleza de Juego de Tronos que fue inexpugnable para los ingleses durante la Guerra de los Cien Años y unas calles más propias de las novelas mágicas de Harry Potter.
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